Partiendo de la premisa de que no solemos gastar grandes cantidades de dinero en una botella de vino, lo que no significa que no bebamos grandes vinos, eso si, claro, vinos sin padrinos llamados Parker, Peñines...
Bueno, eso, partiendo de la premisa inicial, gastarse 57 euros en un señor Clos Mogador 2007 (la añada es lo de menos, el éxito está asegurado) requiere escoger con mucha meditación el momento, el motivo (si no lo hay se inventa), el acompañamiento, el tiempo de decantación (complicado acertar a la primera y sin una clara referencia),...
Después de atar y coordinar agendas (somos gente muy ocupada, sobre todo el que escribe...), fijamos Lugar: Casa de los Asensio-Soler; Menú: Buenos quesos, embutidos, Foie, pa amb tomàquet (Gran acierto, el hecho de que no haya que sufrir porque la comida se enfría, permite deleitarse y explayarse en la degustación y disfrute de este enorme vino) y de postre un delicioso pastel de queso con mermelada de fresa elaborado por Mari y David (creo que por David menos) al que iba a acompañar una garnacha sobremadurada del Montsant (Étim)
La decisión del tiempo de decantación no fue fácil, busque opiniones, referencias, experiencias de otros,... pero no encontré nada convincente ni de fiar. Así que nos aventuramos a tomar una decisión conservadora, 1 h 30 min, que acabaron siendo dos horas (la añada es reciente, simplifica un poco las cosas). Pudimos comprobar que lo adecuado eran tres horas. A partir de la tercera hora el vino se mostraba enorme, creciendo y creciendo en cada copa que servíamos.
Bueno, hablemos del vino. Me niego a hacer una nota de cata típica, fase a fase, porque este vino no se lleva bien con las convencionalidades, es rústico, rebelde, se niega a quedarse con un registro fijo y lo va cambiando en cada copa, incluso crece dentro de cada copa cambiando los acentos y los matices.
Su color, amoratado, casi negro, con una capa altísima y un ribete morado, precioso, más propio de los Beaujolais nouveau que de un vino con 18 meses de crianza y más de dos años en botella.
La lágrima decora las paredes de la copa con unas aguas liláceas, mientras que al agitar la copa, el líquido se mueve tal si fuera un cuerpo sólido (sensación óptica provocada por la opacidad uniforme del líquido incluso en agitación)
Los aromas que desprende son extraordinarios y cambiantes con el paso de las horas: Prunas confitadas, tinta china, licorella, sotobosque mediterráneo, lavanda, violetas, vainillas, mermemelada de moras, fruta roja, menta, eucalipto, melocotón, albaricoque, ... dejó de expresar nuevos aromas por que se acabo el vino, ¡dramático! la próxima, formato magnum...
En boca, en un inicio, tanino secante que rápidamente se fue redondeando, pero lo justo para que fuera perfecto, unido a una marcada mineralidad (ideal) al que el tiempo de oxigenación le incorporo la fruta. A las 3 horas de decantación ya estaban todos juntos, el tanino perfecto, la mineralidad y la fruta, ¡que festival! al que se incorporaban matices de regaliz amargo, balsámicos, cacao,...con un pos gusto larguíiiiiisimo, como si cada uno de los ingredientes se fuera despidiendo lentamente de la boca, los últimos en irse, los mentolados, de hecho creo que no acabaron de irse hasta que los despedimos definitivamente con el arribo de un delicioso pastel de queso y mermelada de fresas.
Que gran vino, que gran velada, se la recordaremos en unos años a esos peques que todavía están haciendo la maloláctica y quien sabe si, a el o la, que podría estar macerando con los hollejos...,
Hasta el próximo Vino.