Siempre me resulta complicado empezar a escribir un post, pero en este caso lo es más, estamos ante un vino que tiene mucho y bueno que contar, estar a la altura y poner en valor todo lo que hay detrás de esa botella, va a ser difícil.
El que escribe está poco dotado para esto de la redacción, así que siempre es un buen recurso iniciar la entrada hablando de lo complicado que es empezar a escribir un post, las limitaciones del que escribe (la venda antes de la herida), etc.
Con el fin de atajar este inicio que va camino de convertirse en un bucle, he decidido empezar por el principio, por la primera percepción visual que tenemos, su etiqueta y en ella su nombre.
Zinca
El nombre hace referencia al rio Cinca (Zinca en aragonés), con nacimiento en el Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, el cauce del cual transcurre por los municipios de Monzón y Almunia de San Juan, poblaciones en las que encontramos los viñedos que originan este vino.En las nuevas etiquetas aparece el nombre completo del vino, Zinca Bín de Ric Blanco 2014.
Bín significa vino en aragonés y Ric hace referencia a la antigua familia propietaria de la casa donde se sitúa la bodega.
Hay que aplaudir la contribución del vino (su autor) a la labor de mantener viva la lengua aragonesa, patrimonio cultural a preservar y potenciar frente a otras lenguas dominantes.
Algo que todo el mundo debería apoyar en cualquier lugar, por encima de intereses partidistas y corruptelas políticas. Valga de ejemplo todo el revuelo que originó la Ley de lenguas de Aragón.
Antes de pasar a la subjetiva cata, es importante hablar del como de este vino para poder entenderlo mejor. Ya avanzo que estamos ante un vino único.
Relativo a la vid, su fruto y su entrada en bodega:
El coupage está formado por la variedad autóctona Alcañón (0,2 hectáreas, Monzón, plantadas en 1933) y la Macabeo (0,1 hectáreas, Almunia de San Juan, plantadas en 1933).
Viticultura ecológica, sin uso de herbicidas, tratamientos con infusiones naturales de plantas, complementado con la utilización, a bajas dosis, de cobre y azufre.
Los trabajos en el viñedo, como la vendimia y los realizados en la bodega, como el embotellado, se han ejecutado teniendo en cuenta el calendario biodinámico astral.
Nos cuenta Víctor (el padre del vino), que la vendimia de la Alcañón se complicó por la llegada de lluvias en Septiembre.
Teniendo en cuenta, que nos explica que la Alcañón es una variedad de maduración tardía, esas lluvias les obligó a vendimiar antes de tiempo y a seleccionar grano a grano solo los que presentaban una maduración óptima, con una merma aproximada del 50% de la uva recogida. (Solo salen al mercado 283 botellas).
En el caso de la Macabeo, la vendimia no dio problemas y fue recogida con una maduración óptima.
Fuente: claveriabarrabes.com |
Relativo a su vinificación.
Estamos ante la etapa que más marca este vino, en el concepto y en el resultado:
En primer lugar por las características de los "recipientes" utilizados para su vinificación, tinajas de barro, que se caracterizan, entre otras cosas, por no aportar al vino aromas ajenos a la uva.
En segundo lugar y la más "radical", el hecho de que la fermentación alcohólica se realiza con los hollejos.
Todo ello acompañado por frecuentes bazuqueos.
Los hollejos contienen los aromas varietales y los diferentes compuestos que al final definen a un vino. Así que, de esta fermentación con hollejos, se deriva un mayor tiempo de contacto y por tanto un aumento en la transferencia aromática que encontraremos después en el vino.
Esta práctica conlleva riesgos, ya que también nos vamos a encontrar con una mayor extracción de taninos mediada por la presencia de alcohol (Taninos presentes en hollejos, pero sobretodo en las pepitas).
Una vez finalizada la fermentación alcohólica (19 días a 22ºC), seguida de una maceración post-fermentativa de 7 días, se descuba y el vino permanece en la misma tinaja durante aproximadamente 6 meses.
Durante este periodo, las propiedades de capilaridad que presenta el barro, va a proporcionar oxigeno al vino de manera lenta pero constante, importante para dar estructura y redondear o limar algunos verdores.
Cata subjetiva:
Ahora sí, vamos al contenido.
No he anotado que el vino embotellado no ha sido filtrado ni clarificado, esto unido al largo tiempo en contacto con partes sólidas de la uva, se traduce en una ligera turbidez en copa, de un dorado subido con reflejos rojizos.
A mí, de entrada, eso ya me pone.
En nariz, recién abierto, abruma.
Sorprenden las notas salinas que dominan de inicio, para ir atenuándose pero sin desaparecer. A estas, se unen aromas de levaduras, de panaderia-horno de los de antes, pan, uva..., manzana horneada, recuerdos a caramelos de anís y almendras con piel tostadas.
En segunda copa, los aromas se van ordenando y todo es menos abrumador, más frescura con notas de Ginesta (Retama), esa manzana orneada ya no es tal, y encontramos melocotón, esos caramelos de anis ya no lo son, son de miel.
Mentalmente, y seguramente de una manera muy subjetiva y poco científica, es fácil ir asociando los diferentes aromas a las diferentes partes de la uva (Hollejos, pulpa y pepitas).
En boca tiene volumen y una estructura importante, con recuerdos a las notas encontradas en nariz.
Final ligeramente amargo, sin astringencias ni verdores. Muy equilibrado.
Un vino único, con el que he disfrutado como hacía tiempo que no disfrutaba, eso sí, un vino no apto para gustos normalizados-domesticados, esta hecho para los que buscan vinos de verdad, auténticos.
Sin duda, si el vino de antes era así, que bien bebían por entonces y que carajo nos está pasando para beber tan mal en la actualidad.
Felicitar a Víctor Clavería por este primer vino que sale de su bodega en Almunia de San Juan, y por apostar por una determinada manera de hacer vino que sin duda no es la más fácil, ni en su elaboración ni en lo comercial.
Los vinos también hablan de las personas que los hacen, y este, habla muy bién.
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